Hablando de IA con futuros maestros
Recientemente, asistí en calidad de ponente al aula de Sociología de la Educación con estudiantes de primero de la Facultad de Educación de Extremadura, en Badajoz. El objetivo era impartir una charla que acercara la IA educativa a la generación Z de futuros maestros y maestras, inmersos desde pequeños en la cómoda placenta digital. Estos jóvenes serán en unos años los que enseñen a niños y niñas de Infantil y Primaria, menores acostumbrados a utilizar dispositivos desde muy temprana edad, antes incluso de empezar su etapa escolar.
En el inicio de mi charla, hice una observación: Esta revolución tecnológica nos convierte a todos, generación x, y, z, en novatos. No hay nadie preparado para lo que se viene. Todos partimos casi de cero. Estamos en la parrilla de salida sin haber aún despegado. Las herramientas que usamos son aún un rudimentario bifaz prehistórico. Pregunté quién utilizaba Chat GPT para tareas de aula y levantó la mano un alto porcentaje. ¿Para qué? Para consultas de copia y pega y ocio, instrucciones funcionales, de escasa complicación y rápida resolución. Poco más. Nada que exija un proceso de diseño estructurado y paciente. ¿Por qué? Poseen escasa competencia lingüística y poca paciencia como para dedicar tiempo a aprender a usar herramientas de IA, aunque le prometan reducir tiempo y esfuerzo. No saben cómo hablarle a la IA. Hacerlo requiere un entrenamiento del que carecen. De ahí que se limiten a usarlas solo si el proceso es sencillo, corto y eficaz. Y no lo es. Requiere de destrezas cognitivas musculadas.
Siguiente reflexión: Estos maestros serán la primera generación que enseñará a estudiantes que vivirán un mundo donde se comunicarán, aprenderán y trabajarán a través de aplicaciones, herramientas y maquinaria entrenados con IA. Una generación que dispondrá de móviles que no le exigirán escribir; todo lo podrán hacer a través de la voz, sin siquiera coger entre sus manos el dispositivo. Serán generaciones que no verán este cambio con sospecha y recelo. Sin embargo, sus maestros y profesores pertenecerán a una generación que conoció un mundo sin IA. Al igual que hoy los docentes miran entre resignación y perplejidad un mundo en transición, los futuros maestros se cuestionarán cómo enseñar a esos niños y niñas en un ecosistema dominado por IA. Lo que hoy les parece normal, mañana lo observarán con una mirada de reojo, quizá añorando tiempos pasados y defendiendo el prohibicionismo tecnológico. Será una generación de docentes no preparada para lo que vendrá. Ellos enseñarán a nuestros nietos. Nietos nativos en IA.
A esto hay que añadir que serán las primeras generaciones de docentes que no leen, no comprenden contenidos profundos, les cuesta argumentar, solo resumen, compilan datos, resuelven, si acaso, con suerte, analizan contenidos y los aplican. Estarán preparados para una asimilación rápida de información jibarizada. Quizá sean la primera generación de docentes que asista a una tecnificación acelerada del proceso de enseñanza, aún más burocratizada y precaria. Deberán estar preparados para asumir sus carencias y aprovechar con ingenio sus virtudes. Aunque puede que sus carencias sean asimiladas por las nuevas leyes educativas como competencias innecesarias, ayer imprescindibles, convertidas mañana en virtud.
De todo esto y más debatimos ese día. Bueno, debatimos no, más bien fue un monólogo con breves interludios monosilábicos. Porque ese es otro agravante generacional, la expresión oral, la argumentación profunda de ideas. Sin embargo, tuve la sensación de que escuchaban, y que a ratos les interesaba, incluso inquietaba lo que les contaba. Su entusiasmo creció cuando les facilité algunos trucos con los que pueden aligerar las tareas rutinarias, reproductivas, que les piden sus profesores en la universidad. ¿Sirve para algo el anti plagio? Para casi nada. De hecho, los propios docentes universitarios usan la IA en su rutina diaria, incluso en sus investigaciones. Investigaciones que casi nadie lee, porque no aportan un valor social añadido.
¿Quién tiene la responsabilidad de que no recurráis al copia y pega? El docente. ¿Cómo puede evitarlo? ¿Usando estrategias a la defensiva? No. Cambiando el modelo de evaluación, de tal forma que la IA sea una herramienta más dentro de un proceso donde se ponen en funcionamiento destrezas variadas, habilidades que no se limitan a leer y entregar un trabajo escrito. Esto requiere que el docente conozca la IA, pondere sus virtudes y limitaciones, la pruebe en el diseño de tareas y evalúe su usabilidad y eficacia educativa. De esta forma, enseñará a los futuros maestros y maestras a ser igualmente creativos, a trascender la percepción reproductiva del aprendizaje.
Les propuse un ejemplo. El docente que me invitó a la charla les pediría realizar un trabajo evaluable a partir de mi intervención. Se me ocurrió crear un asistente que les guiará en el proceso de diseño de su trabajo de investigación, consistente en analizar el perfil de usuario de IA generativa y su impacto sobre la vida cotidiana y las aulas universitarias.
El asistente sabe que yo les impartí la charla y que el profesor del área de Sociología de la Educación les orientará y puntuará el trabajo. Paso a paso les va mostrando cómo ir redactando su trabajo y realizando las tareas de entrevista cualitativa, análisis de datos, conclusiones y reflexiones finales. Incluso al final del proceso, el asistente les propone a los futuros maestros que vuelquen los datos obtenidos en las entrevistas, facilitándoles un modelo de análisis de los resultados y una reflexión a partir de criterios específicos. El profesor podrá disponer del link de las conversación del alumno con este asistente y lo contrastará con el trabajo final redactado por el alumno, además de un feedback posterior en el aula.
El asistente se convierte en una guía de trabajo. Lo ideal es que el docente supervise ese proceso, contraste la propuesta del alumno y realice tareas auxiliares después de la entrega, como exposiciones orales o entrega de productos audiovisuales de exposición de resultados u otras tareas creativas, individuales o en equipos. Ejemplo, que las entrevistas se graben en audio o vídeo. Que el alumno se ve obligado a tener que explicar, justificar y reflexionar oralmente acerca de su trabajo.
Salí de esta charla con una sensación ambivalente. Intenté generar una cierta distorsión cognitiva, cruzar cables de convicciones e inercias, cortocircuitarlos para obligar a repensar su rol de alumnos y futuros maestros. Incluso que el propio profesor apreciara las contradicciones de su oficio, el conservadurismo pedagógico de su institución y los retos titánicos a los que se enfrenta. Sin embargo, a pesar de saber que algún poso deja -un alumno me agradeció la charla y reconoció haberle ayudado-, sé que la impotencia, la perplejidad y una cierta tendencia a seguir usando la IA para reducir el esfuerzo de pensar ganará batalla a esta invitación a no rendirse y claudicar. O no.
Muchísimas gracias, Ramón, por la de ideas que nos ofreces. A mí me hacen pensar y darle vueltas a todo. Y entiendo el desánimo que a los profes nos puede vencer, a veces. Pero, como somos la última trinchera frente a la burrería, no hay más remedio que insistir, no rendirse, y tener bien presente a ese (¿único?) alumno que te agradece tu intervención, y al poso que seguro dejas. Muchos ánimos.
ResponderEliminarHola, Elena. Gracias por tu comentario. No soy pesimista. Si no, no organizaría estas charlas. El acento lo pondría en la necesidad de que los docentes nos formemos, superando el rechazo a lo que vendrá. Un saludo.
EliminarSí, estoy de acuerdo, los profes han/ hemos de estudiar (aprender a dialogar con la IA sobre sus materias) y superar el "miedo a conocer", como comentas en otro post. Que los docentes tengan miedo a conocer, miedo a "tocar" la tecnología también suena preocupante a estas alturas...
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