Formación en IA educativa de calidad: una propuesta



Ya me lo han confesado varios docentes y hace poco una compañera de centro lo reafirmaba. Me comentaba que fue a un curso de IA educativa y salió decepcionada porque era eminentemente teórico, sin aporte de vitaminas prácticas, ideas, orientación contextualizada, trasteo sobre la realidad del aula…

Una de las posibles causas de esto puede ser que los ponentes carezcan de suficiente experiencia real de uso didáctico de la IA y la suplan con paja teórica. Algunos de los ponentes no provienen de las etapas educativas de los asistentes al curso o son académicos que realizan labores de investigación, sin musculatura didáctica de trinchera. Incluso ponentes que no provienen del ámbito educativo sino empresarial, y carecen de experiencia sobre el terreno, diseñando cursos que no aportan contexto.
Cuando pregunto a los docentes que buscan con un curso sobre IA educativa, todos coinciden en que debe ser eminentemente práctico y contextualizado, que responda a necesidades reales de su trabajo en el aula. Reconocen que conocer las herramientas y reflexionar sobre los límites éticos y técnicos de la IA es necesario, pero ponen el acento en la praxis. Problema: pocos docentes tienen a día de hoy experiencia contrastada de uso de IA en sus aulas, más allá de un tímido escarceo o breves incursiones. Por eso, un curso de IA debe generar ganas de aplicar, de tal forma que aumente ese número de docentes con experiencia.

A mi juicio, el mejor modelo de formación en IA educativa sería el siguiente, en cuatro fases:
  • UNO. Una formación práctica y funcional en el manejo de herramientas generativas. Esta formación se combinaría con breve feedback que reflexionará sobre los límites éticos, detección de sesgos, optimización de datos…
  • DOS. Una formación en el propio centro educativo. Entre compañeros. Práctica y contextualizada. Objetivo: crear recursos educativos que se testen, evalúen y readapten en el aula. Experiencias individuales y cooperativas, entre docentes de igual área o proyecto.
  • TRES. Extender la formación a toda la comunidad educativa: alumnos y familias. Incluir en ese plan formativo elementos como el uso ético y creativo del dispositivo móvil y reflexionar sobre la ética y el impacto sobre la salud (alimentación y sueño). Una formación inclusiva, que desarrollen juntos docentes, alumnos y familias.
  • CUATRO. Integrar la IA en proyectos de centro: creación de contenido y recursos, gestión burocrática, proyectos didácticos y medios de evaluación.

Las mismas contingencias y limitaciones a las que se veía sometida hasta ahora la formación digital en educación lo está la IA: desconfianza y recelo hacia la tecnología, temor burocrático, desconocimiento y pereza, modelos individualistas de formación (pildorajes)... La formación en redes de proximidad es a la larga la mejor opción. Facilita el respeto a los ritmos y contextos de cada centro y docente, la inclusión de la comunidad, la reflexión y la acción compartidas, la evaluación a pie de trinchera, la toma de decisiones consensuada...

Los coordinadores TIC o ITED y un grupo reducido de docentes, a menudo contados con los dedos de una mano, pueden impulsar este proceso de aprendizaje con ayuda de departamentos de orientación, equipos directivos proactivos y facilitadores, centros de formación del profesorado y AMPAs. Igualmente, el coaprendizaje entre alumnos facilita y acelera el proceso de uso educativo de cualquier herramienta.

Los proyectos de digitalización, que incluirían la IA como un elemento más de aprendizaje, debieran adoptar un enfoque holístico, que incluya aspectos que condicionan e influyen en el uso de la tecnología: metodología y evaluación, rutinas de uso del móvil, sueño, alimentación y salud mental, didáctica de uso, proyectos creativos y colaborativos, detección de sesgos, fake y manipulación mediática...

Este modelo formativo requiere de las consejerías de educación un cambio de enfoque, de uno intrusivo a otro facilitador, del pildoraje al porfolio de centro, de la dotación indiscriminada a una adaptada a cada contexto, del congreso al taller colaborativo, del auge de la formación online -barata y solipsista- a una colectiva e integradora.

Los servicios de innovación debieran trascender el pildoraje, estilo formación en idiomas (A1, A2...), y empoderar de abajo arriba a los equipos de centro que están interesados en mejorar. Entre los puntos débiles que habría que reforzar:
  • Crear una comunidad activa y colaborativa de ITED (coordinadores TIC), formada en red, con apoyo institucional y en constante evaluación constructiva. En muchas comunidades, este cargo o función está abandonada a su suerte, cambian de responsable cada poco tiempo, sin formación ni una estructura que les apoye y forme. Debiera cuidarse a los ITED, son la base de comunidades educativas innovadoras, y descentralizan el proceso de formación, haciéndolo más contextualizado y flexible a las contingencias de cada centro. De hecho, los ITED debieran ser representantes de su centro en los centros de formación (CPR, en Extremadura); fusionar esa figura facilitaría sus competencias e integraría funciones similares o duplicadas, además de convertir al ITED en un dinamizador de proyectos de centro, con apoyo del servicio de innovación y los centros de formación locales.
  • Repensar el modelo formativo que ofrecen desde los servicios de innovación educativa, desfocalizando el apoyo institucional hacia los centros de formación de proximidad, coordinados con los ITED-dinamizadores de centro. Reducir la formación online a pildorajes breves que introduzcan en determinadas herramientas o contenidos, dejando el grueso del proceso formativo a los propios centros, que construirían porfolios personalizados, guiados y apoyados por los asesores de proximidad, y diseñarían su propio proyecto formativo. La idea es pasar de un modelo muy individualista a otro más integrativo, inclusivo y cooperativo. El servicio de innovación debiera dejar estar menos fagocitado por el plan de competencia digital y buscar un modelo más multicompetencial, que integre lo analógico con lo digital, y cuide que el proceso de digitalización no se reduzca a la mera instrucción individualizada, sin apoyo comunitario o refuerzo de la socialización del aprendizaje.
  • Flexibilizar los requisitos de formación prescriptiva, abriendo plazos, formatos y equipos que los forman. La formación debiera estar adaptada a las necesidades, ritmos y tiempos de los docentes y sus comunidades, y no a los tiempos y rutinas de trabajo de la administración que cumplimenta los documentos y redacta las normativas. Centros componiendo y evaluando su plan formativo, colaborando en redes de proximidad, entre centros y con otros docentes de otros centros, además de con el desarrollo comunitario de los barrios y otras instituciones del entorno.
  • Los servicios de innovación, centros de formación de proximidad, universidad e ITEDs debieran trabajar en redes horizontales de apoyo, formación y creación de contenido. Urge un espacio donde converjan estos agentes formativos, que operarían tanto a modo de think tanks reflexivos como equipos que consensuen propuestas metodológicas, generen contenidos libres, apoyen y asesoren a las comunidades educativas, diseñen planes formativos... Pero no de arriba abajo, sin intrusión, de manera asistencial, cooperativa. El objetivo es el alumnado y sus comunidades, su enriquecimiento compartido.
  • Apostar por la acreditación formativa del docente bajo un proceso horizontal, contextualizado, colectivo, de tal forma que cualquier docente que cambie de centro o se mantenga en él tenga el apoyo de una red emocional, formativa y de trabajo que le haga crecer como docente y genere sinergias con la comunidad educativa. El porfolio (docente y de centro) debiera sustituir a una forma excesivamente solipsista de concebir la formación. Fortalecer comunidades en vez de cuartear sin criterios integrativos los itinerarios formativos.
  • Eliminar la burocracia infértil y buscar nuevas formas de gestionar la infranqueable. Debieran ser los centros quienes determinen su propio porfolio, con documentos adaptados a sus necesidades, ritmos y formas de trabajo. Documentos breves, ágiles, de estructura flexible. No todo debe ser registrado. Solo aquello que en el proceso formativo y desarrollo de proyectos sea útil a la mejora de la calidad del aprendizaje. Buscar modelos de organización y gestión administrativa, contratar a más gestores técnicos y administrativos. Crear un equipo que se ocupe exclusivamente a reducir la burocracia y readaptar formas de organización interna de la administración educativa.
  • ¿Qué tal mejorar el presupuesto educativo? Las debilidades estructurales del sistema afectan a la calidad de la formación. Carga burocrática, ratios insufribles, dotaciones irregulares, modelos organizativos poco ágiles y funcionales... Todo esto y más acaba desmotivando al docente y debilitando la calidad del aprendizaje.

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