Imagen generada con una IA
Desde que irrumpió la IA generativa en la vida pública, empresas tecnológicas y editoriales han publicado numerosos 'panfletos' que abogan por una transformación del sistema educativo hacia modelos de enseñanza no presenciales, donde la tecnología tendría un papel relevante en el proceso de aprendizaje. Aprendizaje definido como individualizado y autónomo. Ni siquiera con la aparición de internet esta injerencia exógena a los intereses educativos tuvo lugar con tanta virulencia.
Con la aparición de internet, el pacto no escrito entre editoriales y sistema educativo se mantuvo intacto, a pesar de que lo digital entraría a formar parte poco a poco de la vida de docentes y alumnos. Este pacto se está rompiendo, obligando a las editoriales a buscar una nueva retórica y estrategia con la que mantener sus dividendos. Quienes sí se frotaron las manos con el progresivo impacto de la tecnología en las aulas fueron los proveedores de servicios tecnológicos (wifi, infraestructura y equipos). Los acuerdos millonarios con las consejerías de educación siguen comiéndose buena parte de los presupuestos, sufragados en gran parte por el mecenazgo europeo.
La retórica tecnológica de las empresas marida con los manifiestos europeos de innovación educativa, quienes desde hace unos años vienen poniendo en marcha un plan integral de digitalización educativa, aún de baja intensidad, pero que poco a poco va determinando espacios, medios, diseño curricular y formación del profesorado. Lo previsible es que en 10 años este impacto sea vinculante y acabe vertebrando modelos educativos y la propia configuración del sistema. Es más probable que la competencia digital del docente acabe siendo obligatoria frente al resto de formaciones esenciales para nuestro desempeño. De hecho, el servicio que gestiona el proceso de digitalización ha fagocitado al servicio de innovación educativa y formación del profesorado en todas las consejerías de educación, lanzando al docente el mensaje: ¡Vale, adopta esta u otra metodología, pero que implique el uso de tecnología! ¡Fórmate a tu ritmo en competencia digital, pero fórmate... porque tarde o temprano si no lo estás, será condición sine qua non para obtener traslado, puntos en oposiciones o trienios y sexenios! Un ejemplo ilustrativo del impacto de la tecnología sobre el sistema se puede comprobar entrando en las webs de los centros de formación de cualquier consejería. Cada vez es más difícil encontrar cursos que no impliquen su uso. Incluso en aquellos cursos que tienen un carácter más integrativo, la tecnología tiene un papel predominante.
La percepción del docente de este devenir impuesto es aún de descrédito e indiferencia; si acaso muestra molestia o desagrado ante el temor de que este modelo le exija mayor burocracia y debilite la adquisición de competencias universales (leer, escribir, argumentar, relacionarse). La mayoría de docentes en activo es aún resistente a este cambio impostado desde instancias de poder ajenas al sistema educativo, en parte precisamente por esto, porque no nace de una necesidad real, de una reflexión contextualizada. Es más un deber que un querer. Este descrédito no es exclusivo de la generación de docentes a punto de jubilarse. Si observamos las reacciones del profesorado que calza la treintena, pese a que se les supone integrados con el sistema tecnológico, su actitud es pragmática y escéptica, y su competencia tecnológica deficiente, más allá del dominio de rutinas cotidianas de uso de redes sociales.
Si dentro de 10 años la tecnología vertebra de forma esencial el proceso de enseñanza, no será con el beneplácito del docente, sino más bien fruto de una dócil adaptación a fuego lento. Subrayo fuego lento. La intención de empresas e instituciones es ir desplazando poco a poco las viejas estructuras de enseñanza académica presencial, basadas en la instrucción de conocimiento, fundamentalmente a través de medios analógicos, por un modelo donde la digitalización esté omnipresente y la presencialidad se reduzca a etapas de enseñanza obligatorias. De hecho, las empresas hace tiempo que están forzando a un cambio de esta naturaleza, ofreciendo un modelo online u híbrido de enseñanza profesional y universitaria.
La inoculación de este modelo no comienza en la escuela, sino en la progresiva digitalización de las costumbres, integrando en la vida cotidiana hábitos tecnológicos que determinan nuestra forma de relacionarnos y de gestionar los recursos básicos. De tal forma que las nuevas generaciones perciben cada vez con más escepticismo, si no perplejidad, una escuela que poco tiene que ver con la forma en que acceden y conocen el mundo y se comunican con sus iguales. Si se hiciera una encuesta entre estudiantes de Bachillerato en la que se les diera a elegir entre un modelo híbrido u online y otro 100% presencial, como el que actualmente tenemos, es muy probable que ganaría con holgura el primero.
Cada vez es más recurrente observar cómo los estudiantes de Bachillerato recurren a recursos digitales no aportados por el docente para estudiar, encontrándolos más eficaces y adaptables a sus hábitos, y perciben con asombro el tiempo que deben pasar escuchando a un docente en el aula, cuando podrían dedicar menos horas con iguales o mejores resultados (sacar más nota) con un modelo que redujera el tiempo de asistencia a clases presenciales. Esta percepción, aunque beneficia más a los alumnos con mayor autonomía de trabajo, no es exclusiva suya. Un cada vez mayor porcentaje de estudiantes de Bachillerato tienen la impresión de que podrían sacárselo con iguales o mejores resultados bajo un modelo que limitara su presencialidad a modo de tutorías esporádicas según la necesidad de cada alumno (que igualmente podrían impartirse mediante videoconferencia), así como la realización de pruebas escritas en el aula, y el resto de horas se gestionaran a través de una plataforma online de seguimiento y evaluación.
Si esta idea se da en Bachillerato, imaginemos la que barrunta en las mentes de un alumno universitario, nivel donde cada vez menos estudiantes asisten a clase y preparan sus exámenes por medios ajenos a la didáctica del docente. La percepción de los jóvenes respecto a la enseñanza cada vez está más influenciada por el contexto de relaciones y conocimientos mediados por la tecnología. Inevitablemente esto afecta a su percepción del modelo presencial como caduco y superable. Su imagen del proceso de enseñanza se asemeja al de una academia. Profiláctico, adaptativo, funcional.
Las empresas de formación lo saben y cada vez más se prestan a ofrecer este modelo de enseñanza, que aspira al abaratamiento que le brinda el desarrollo tecnológico y en el que debemos incluir la irrupción pirotécnica de la IA generativa, especialmente en lo referente a la implementación de asistentes personalizados. Aunque aún está en fase de desarrollo, en pocos años es fácil que las empresas de formación dispongan de plataformas eficaces de seguimiento del proceso de enseñanza y evaluación, y los estudiantes se adhieran a ellas bajo un modelo individualizado y adaptativo, flexible, modular, netamente funcional. La IA no ha provocado, más bien ha acelerado esta percepción, ya que permite de forma rápida y eficaz el acceso no solo a contenidos, sino también a una compilación, estructuración y presentación personalizada. La interiorización de los contenidos deja paso a una mera adaptación funcional de los mismos. No es necesario ni atractivo leer y comprender, sino meramente seleccionar aquello que sea útil, estructurarlo en un formato accesible, cómodo y que funcione.
En este contexto, la idea clásica de universidad como espacio de conocimientos compartidos se diluye y tiende a desaparecer, no solo en la forma de concebir y poner en marcha los procesos de enseñanza, sino también, y de manera aún más determinante, en el imaginario colectivo. Cada vez observo cómo cala con más pregnancia en mis estudiantes de Bachillerato este escenario de expectativas de lo que debe ser o no la educación. El sistema educativo, pese a que lo haya pretendido desde siglos, no es una atalaya alejada de los embates del mundo que la rodea. Estamos sin duda en una fase dialéctica, de transición, que mantiene a buena parte del profesorado en un trágico dilema ético entre adaptación y resistencia, y que para generaciones posteriores de docentes sin duda será estéril, ya que no habrán conocido otra escuela que la que tienen. Mientras tanto, para los que estamos en activo, este escenario convulso se presenta en forma de un caleidoscopio de contradicciones que vamos capeando sobre la marcha, con la sensación de achicar agua en un vasto y agitado océano, y de que el mundo que fue se va descomponiendo, dando paso a otro del que solo asoma un tímido esperpento de sí mismo. Incluso para los que no le hacemos asco a todo lo humano y lo divino, y nos mantenemos proactivos, ensayando nuevas formas de enseñar desde presupuestos en demolición, presenciamos este sainete con cauto escepticismo, no renunciando a un ideal humanista en la era de la IA. Este es el mejor legado que podemos dejar a los docentes que empiezan o los que están por llegar.
Interesante reflexión Ramón. Tengo curiosidad por saber de dónde obtienes este veredicto: "Un cada vez mayor porcentaje de estudiantes de Bachillerato tienen la impresión de que podrían sacárselo con iguales o mejores resultados bajo un modelo que limitara su presencialidad a modo de tutorías esporádicas según la necesidad de cada alumno (que igualmente podrían impartirse mediante videoconferencia), así como la realización de pruebas escritas en el aula, y el resto de horas se gestionaran a través de una plataforma online de seguimiento y evaluación." Gracias!
ResponderEliminarHola, Christian. No me baso en datos, sino en experiencia propia y ajena, desde mi propio contexto profesional y el diálogo con otros alumnos y docentes. Sin ánimo de generalizar, sino de escuchar tendencias que creo que con el tiempo pueden tener un peso más evidente sobre la cultura de trabajo de los alumnos. Mi texto es más una reflexión para mover actitudes y conductas que sentenciar. Un abrazo.
EliminarEstoy muy de acuerdo con el texto, pero sigue siendo solo nuestra impresión. Mu hubiera haber encontrado datos para reforzarla. Gracias de nuevo!
Eliminar"obligando a las editoriales a buscar una nueva retórica y estrategia con la que mantener sus dividendos."... me parece curioso como un funcionario, [persona cuya productividad es baja y que suele tener tendencias inmovilistas para mantener sus "dividendos" en forma de estilo (cómodo) de vida y sueldo fijo... ] ... tiende a juzgar de manera tan ligera la labor de personas que se juegan su trabajo y su sueldo acertando o no con sus apuestas y riesgos... eso sin contar que mis compañeros docentes se aferran a un libro de texto (ya empaquetado, para no tener que pensar) y ni se les ocurre pensar que no pueda haber editoriales que les regalen sus libros para luego aprovecharse de todo el trabajo ajeno.... Por favor... tengamos un poco de respeto para todos, no solo para algunos
ResponderEliminarEn esto no te entendí, disculpa.
Eliminar... y sin embargo... que de cuestiones interesantes abordas y que podría haber comentado si no fuera por los "sesgos" (y no son de la IA)
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