Hábitos de uso de la IA generativa y su impacto en el aprendizaje


Imagen generada con IA

Si mi lector alcanzó cierta edad, recordará aquel tiempo no tan lejano en el que para encontrar determinados contenidos debías ir a una biblioteca. Cuando irrumpió internet y más tarde Google, la biblioteca fue sustituida por el buscador digital. En ambos casos, igual que sucede con el libro de texto, la tentación más común es facilitarle al alumno el punto exacto de la búsqueda. Indicarle con precisión la página, párrafos y tareas específicas que deben leer y abordar. Facilitarle los links e incluso qué deben leer en cada uno de ellos. Usado de esa forma, el material didáctico deja de ser una oportunidad de aprendizaje procedimental -aprender a aprender lo llaman ahora-, de entrenamiento de habilidades cognitivas necesarias. Sin duda es más cómodo para el docente y el alumno realizará funcionalmente su tarea con precisión y monótona eficacia. Buena parte de la metodología usada en las aulas se basa en este modelo pasivo de búsqueda de contenidos. El alumno atiende a las explicaciones, realiza tareas individuales que culminan con un examen donde volcar datos. 

¿Transformará la IA esta tendencia, pese a que en pocos años cambiará la forma en la que accedemos y buscamos contenidos? Me temo que no. Si el docente tiene una cultura de trabajo específica y continuada, cambiar hábitos didácticos es muy difícil y requiere tiempo, voluntad y paciencia. Podría usar IAGen en sus clases, pero lo hará bajo los parámetros aprendidos, convirtiéndolos en cómoda rutina. Igual sucede en el caso de los alumnos. A no ser que les habituemos a lo contrario, seguirán copiando y pegando y usando la IAGen para fugaces y sencillas búsquedas, que no le requieran esfuerzo y entrenamiento. "Gartner predice que el volumen de los motores de búsqueda caerá un 25% para 2026, debido a los chatbots de IA y otros agentes virtuales". Los alumnos acabarán consultando asistentes de IAGen en vez de buscar en Google, al igual que éste sustituyó a la biblioteca. En un año o dos todos los móviles de los alumnos dispondrán de IAGen integradas en sus aplicaciones habituales, y como ya sucede hoy, la tendencia de uso será aplicarla para comunicación y ocio, bajo rutinas mecánicas, simples, de eficacia inmediata. Su uso en el aula, salvo sanos y pocos casos, será igualmente funcional, individual e integrada en la metodología de explicación-tarea-examen. Igualmente, el modelo que ofrezcan en breve las editoriales sea el de una búsqueda selectiva a través de IAGen. Libros digitales con asistente inteligente que localiza contenidos específicos, resuelve, resume, estructura, facilita trabajo rutinario que agilice y mejora el éxito de una tarea o examen. En definitiva, la irrupción de la IAGen cambiará solo dermoestéticamente los métodos de evaluación. El modelo hegemónico individualista, estandarizado, prevalecerá, aunque adornado de una capa de innovación tecnológica. Más aún, el temor al copia y pega generará una vuelva a métodos evaluativos dataístas, centrados en el ideal de prueba objetiva, incluso una vuelta al examen tipo test y reduciendo la carga de tareas para casa. 

Tanto si se utiliza para que el docente diseñe experiencias de aprendizaje como para que el alumno la utilice como herramienta de trabajo, la IAGen generativa requiere de un entrenamiento previo, no puede ser usada a discreción, sin criterios y hábitos guiados. Lanzar al alumno a una IAGen sin enseñarle previamente a usarla viene a ser como en décadas pasadas tirarle a la profusa piscina de una biblioteca o de Google. La tentación inicial del alumno será usarla solo si le ofrece un éxito inmediato, funcional, que no requiera esfuerzo. Si no sabe usarla, dejará de hacerlo y reducirá su uso a tareas mecánicas, de máximo beneficio en la nota y menor coste energético. 

Mi experiencia en Bachillerato apunta en esa dirección. Pese a que son alumnos a los que se le presupone cierta autonomía, los hábitos didácticos adquiridos demuestran déficits importantes en rutinas cognitivas de comprensión y análisis de contenidos, así como trabajo colaborativo y otras metodologías que requieran poner en funcionamiento competencias inusuales en su cultura de trabajo. 

Cuando les inicié en Chat GPT, lo hice primero como el antropólogo que observa y anota conductas; mi intención era comprobar cuáles son sus tendencias naturales de uso más recurrentes. Como era de esperar, si le asignaba tareas rutinarias de búsqueda, esperaban que Chat GPT les resolviera la tarea directamente, sin mediación de su propio intelecto. Si la tarea era más compleja y requería un proceso en varios pasos -que les indicaba paso a paso-, su tentación era hacerla a medias o declinar su uso. Observé que en áreas en las que el docente no usa IAGen el uso mecánico de Chat GPT para resolver tareas rutinarias está más extendido de lo que confiesan. Se ayudan de la IAGen para copiar y pegar si la tarea se presta a ello. Recientemente les he pedido a mis alumnos que analicen desde su propia perspectiva el prohibicionismo de los móviles en las aulas. Los testimonios van en esa línea: refuerzan su percepción de que la IAGen tiene como uso primordial la resolución de tareas inmediatas, sin excesiva complejidad, que les eviten tener que leer, incluso comprender textos largos, o recurrir a diversas fuentes externas. No nombran como funciones tareas de análisis, organización de contenidos, ideas heurísticas que les inspiren. Presuponen una utilidad meramente funcional, que les lleve poco tiempo y les alivie búsquedas tediosas, tareas mecánicas o que les exijan tener que trabajar mucho tiempo.

La IAGen está calando con más rapidez en las rutinas cotidianas del alumnado que en la metodología docente. Como ya sucediera con la irrupción del móvil, impregna la vida privada y social del alumno antes que los hábitos de trabajo en el aula, generando en el profesorado miedo y rechazo. Las políticas de innovación tecnológicas apenas tienen en cuenta estos efectos indeseados y cuando los denotan les sobrepasa y se recurre a la prohibición en vez de adoptar medidas educativas que faciliten un uso responsable, sano y creativo de los dispositivos. Con la IAGen sucederá lo mismo. Aunque todos los docentes tienen una idea de lo que es la IAGen, su percepción es residual y limitada a los clips de prensa, a menudo sesgados e interesados, basculando entre una narrativa catastrofista y otra acrítica y mercantilista. Al igual, los alumnos la perciben como un recurso auxiliar para agilizar tareas tediosas o usarlas en aplicaciones en su tiempo de ocio y comunicación entre iguales, casi siempre sin criterios éticos ni conocimiento de los riesgos sobre su privacidad y la de los otros.

Es esencial que las instituciones educativas arbitren más pronto que tarde políticas de formación e inclusión de la IAGen en las aulas como herramienta de aprendizaje. Primero deben ser los docentes quienes conozcan la IAGen, su funcionamiento y posibles usos, así como sus límites, sesgos y peligros. No podemos permitirnos una nueva regresión punitiva que aleje a los alumnos de la posibilidad de aprender a usarla de forma responsable y eficaz antes de que salgan al mundo laboral. Recientemente, el sistema educativo noruego decidió cambiar su estrategia a la hora de abordar este cambio de paradigma tecnológico. En vez de prohibir, tomó la decisión de facilitar cuentas de Chat GPT a más de 110 mil estudiantes y profesores. Facilitar medios y abordar la innovación no desde el miedo sino la oportunidad es una forma inteligente de mejorar la competencia digital y convertir los centros educativos en espacios de aprendizaje sano y creativo de tecnología. El enfoque de Oslo aboga por la pluralidad metodológica, combinando tecnología y saberes. 

Si no les enseñamos a usarla, lo harán en sus espacios de ocio de forma indiscriminada y perderemos la oportunidad de facilitar una formación digital adaptada a las necesidades de su entorno profesional, integrada con los aprendizajes de las diferentes áreas de estudio y desde criterios éticos de responsabilidad individual y colectiva.  

Mientras las políticas educativas se ponen de acuerdo, algunos docentes estamos poniéndonos las pilas a través de la autoformación, la aplicación en el aula y el fortalecimiento de comunidades de aprendizaje horizontales entre docentes. El próximo curso seguiré utilizando la IAGen en mis clases de Bachillerato. Tengo pensado los primeros días de curso impartir una formación previa que les sirva de aprendizaje inicial y que les permita ir aplicándolo a su trabajo dentro y fuera del aula. Ya este curso he impartido un mini taller de IAGen a mis compañeros de instituto. Le seguirán otras más. Y estamos pensando ampliarlo a la formación de las familias. Frente al miedo y la ignorancia, conocimiento, creatividad y criterios compartidos.  

Comentarios

  1. Acertado análisis y recomendación Ramón. Hay que difundir este mensaje y que llegue a las unidades gestoras de las administraciones para que favorezcan el proceso previo de sensibilización y formación docente. Me temo que, hoy por hoy, no parece que esta preocupación esté entre sus prioridades. Más allá de seguir denunciandolo y reivindicando, los docentes tendremos que seguir trabajando en red por el buen uso de la IAGen y difundir aquellas experiencias educativas valiosas de utilización la IA.
    SEGUIMOS...

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